Dr. Ramón Arribas: “Nadie debería sentirse discriminado por tener una infección que es completamente tratable”

Dr. Ramón Arribas: “Nadie debería sentirse discriminado por tener una infección que es completamente tratable”

Este año se han cumplido 40 años desde el diagnóstico de los primeros casos de sida en el mundo.

Especialista de referencia en enfermedades infecciosas, José Ramón Arribas López ha vivido el ébola, el zika, el coronavirus y, por supuesto, el VIH. Entre paciente y paciente, el presidente actual de GeSIDA nos atiende por teléfono desde el exterior de su hospital. Mezclados con la conversación, llegan los sonidos de ambulancias, coches y hasta de un helicóptero.

El experto destaca cómo han evolucionado las terapias hasta conseguir que la carga viral sea indetectable y con pocos efectos secundarios, si bien el estigma de la enfermedad aún sigue anclado en la sociedad. Hoy el pronóstico de la infección es bueno, pero aún no existe una vacuna para prevenirla.

Pregunta- ¿Cómo ha cambiado ser una persona infectada en estos 40 años?

Respuesta- Es una de las historias de éxito más grandes de la medicina: de ser una enfermedad básicamente mortal a principios de la pandemia a ser una patología que no acorta la vida. Es más, hemos pasado de llamarles ‘pacientes’ a simplemente ‘personas que viven con VIH’ porque realmente tienen muy pocas limitaciones. Poseen una esperanza de vida y una supervivencia igual que la población no infectada y con una calidad de vida excelente. Incluso ahora existe la posibilidad de tener hijos perfectamente.

Eso sí, es muy importante señalar que esto está restringido a los países con disponibilidad de tratamiento antirretroviral. Afortunadamente, cada vez más zonas tienen acceso a esta terapia, por lo que hemos cambiado completamente el pronóstico de las personas que viven con esta infección.

P- ¿Cómo eran los primeros tratamientos y qué efectos producían?

R- Estas primeras terapias realmente cambiaron el pronóstico de las personas que viven con VIH. Consistían en dos medicamentos: los nucleósidos inhibidores de la transcriptasa inversa del virus –una enzima que permite la replicación del virus– y los inhibidores de la proteasa –que actúa en las fases finales de su replicación–.

Los primeros salvaban la vida de los pacientes, pero eran tóxicos y producían efectos adversos, uno muy estigmatizante como era la lipodistrofia (la perdida de la grasa en la cara y en las extremidades). Y los segundos había que tomarlos al menos tres veces al día, con una cantidad de agua ingente y sin comida. Pero la recompensa era tan grande que las personas que vivían con VIH en aquella época se lo tomaban porque la diferencia era entre la vida y la muerte.

P- ¿Cuándo ocurrió el verdadero cambio en las terapias?

R- Esto se produjo en 1996 con la llegada de las terapias triples, un cóctel de tratamiento que en aquella época se llamaba TARGA e incluía tres medicamentos antivirales para el VIH. Ahí descubrimos que éramos capaces de revivir a pacientes que estaban al borde de la muerte. De hecho, durante esa época se acuñó lo que llamábamos el ‘síndrome de Lázaro’, porque a personas que estaban básicamente sentenciadas, en cuestión de dos meses se producía una recuperación increíble.

P- Y ahora las personas con carga viral indetectable no pueden transmitir la infección…

R- Este es el mensaje más gratificante que podemos dar en la consulta y lo recordamos siempre. Indetectable es igual que intrasmisible, y esto tiene que conocerlo toda la sociedad. Tenemos datos para asegurar que una persona con una carga viral en sangre indetectable nunca va a transmitir el virus a sus parejas ni a su descendencia, en el caso de ser mujer.

P- A pesar de esto, ¿cuánto queda para acabar con el estigma social que aún acompaña a esta infección?

R- Esta es una pregunta con muy difícil respuesta. Sigo sin entender por qué esta enfermedad hace que la gente juzgue a las personas. Nadie debería sentirse discriminado por tener una infección que es completamente tratable.

P- ¿En qué momento estamos en la actualidad?

R- Hoy tenemos un tratamiento oral muy simple. La mayoría de los pacientes que no tienen otras patologías solo toman una pastilla una sola vez al día y nos vienen a ver cada seis meses. Pero estamos trabajando en medicamentos de liberación retardada, aprobados ya por la Agencia Europea del Medicamento (EMA), que traten el VIH con dos inyecciones cada dos meses. Esto implicaría que, de los 365 días del año, 359 no tomes ninguna medicación. Este será el siguiente tipo de tratamientos que vamos a tener, aunque hace unos años parecían ciencia ficción.

Tendrán que venir a ponérselas porque son intramusculares, pero hay investigaciones en inyecciones subcutáneas cada seis meses, que se podría administrar el propio paciente. También se está trabajando en implantes cutáneos de antirretrovirales que puedan durar un año, lo que simplificaría aún más el tratamiento, aunque para esto queda más tiempo.

P- La importancia de la profilaxis preexposición (PrEP), ¿se ha visto una reducción de la transmisión del virus?

R- España sigue teniendo entre 3.000 y 4.000 casos nuevos por año, y es una pena que no los evitemos. El PrEP no es la panacea, pero ayuda muchísimo a disminuir la incidencia si se hace bien. Si la persona la toma no se infecta, así que hay que acercar este tratamiento lo más posible a quién lo necesita. En España se administra en todas las comunidades, pero si bien en algunas puedes ir a múltiples lugares para obtenerla, en otras como Madrid solo puedes ir a un sitio.

P- ¿Se ha relajado la prevención por parte de la sociedad y las autoridades sanitarias en los últimos años?

R- Aunque he pintado un pronóstico muy bueno, es una infección controlable pero incurable. Así que lo más importante es no infectarte. Desgraciadamente, a casi el 50 % de los pacientes los detectamos en una situación tardía. Echo de menos más campañas de concienciación y normalización del test, ya que todo el mundo debería hacérselo de vez en cuando para adelantar el diagnóstico.

Fuente: SINC 10-12-2021


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